Pocas veces encontramos en Panamá talentos como el de Tony. Para ser
su segunda colección como el Director Creativo de su propia marca tocó los
acordes correctos en una melodía colorida y balanceada entre lo comercial y lo
artístico, rayando en el borde justo de la alta costura -un término a menudo
tergiversado en el léxico de la moda panameña.
En primer plano estuvo la colaboración que Tony con Nike, en una línea
limitada de zapatillas trabajadas con los detalles por los que Vergara es tan
conocido, ítems que si apoyados por un buen mercadeo y ángulo comercial pueden
convertirse en los hot ítems del fin de año panameño.
De la misma manera, una paleta de color con esbozos de naranjas
atrevidos, rojos violentos y amarillos estridentes eran como un viaje de ácido
en un rave electrónico de los noventas, mientras que estampados de pata de
gallo (houndstooth), delicados embellishments sobre organza natural e híbrida,
faldas en tulle de seda y linos naturales mantenían la visión europea de Tony
dentro del mapa.
Adquisiciones en el armario de la mujer panameña, tales como un
vestido en distressed denim –algo que trae a memoria la tendencia iniciada por
marcas como Faustine Steinmentz y Marques’ Almeida, ambas participantes del
LVMH Prize- con intricado trabajo en chaquiras; un top tejido con aplicaciones
de cristales y resina; un top rojo de cuello halter definido en los bordes con
cuentas matte; en fin, una colección destinada para ser usada por una mujer que
se adapta muy bien a los cambios: climáticos, sociales y por qué no,
culturales.
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